jueves, 26 de marzo de 2009

Maldita costumbre

Lo que durante mucho tiempo no ha sido objeto de modificación termina por aparecer como algo inmutable. Por dondequiera siempre topamos con algo que es demasiado sobreentendido como para que nos tomemos el trabajo de comprenderlo. (...) Para que todo esto dado ante sus ojos pudiera presentársele como algo igualmente dudoso, le sería preciso desplegar aquella extraña mirada con la que el gran Galileo contempló las oscilaciones de una lámpara. Dichas oscilaciones lo dejaron maravillado como si no las hubiera esperado y nada comprendiese de ellas, pero por esa vía vino después la formulación de sus leyes. Esta mirada, tan difícil como productiva, es la que debe provocar el teatro mediante sus reproducciones de la humana convivencia. Ha de provocar asombro en su público, y esto acontece por efectos de una técnica de distanciamiento de lo familiar. (p.45)

Bertolt Brecht, Pequeño organon para el teatro, La política en el teatro. Editorial Alfa Argentina, Buenos Aires, 1972

1 comentario:

Marta Parés dijo...

No iba equivocado Brecht con la necesidad de distanciamiento para el asombro en el teatro. No obstante, algunos de los que le siguieron, com o es el caso del alemán quizás no lo suficientemente conocido Heiner Müller (1929-1995) postularon la teoría del asombro des de otra perspectiva. Müller fue discípulo de Brecht, pero no se ciñió a su teatro del distanciamiento de lo familiar, todo lo contrario, recurrió a temas y ópticas familiares y deberíamos decir también internas al individuo, que sonsacaban en él la capacidad de sufrimiento -empatía, sim-pathós, del griego, "padecer con"- en el espectáculo teatral. El de Müller fue el postulado por Antonin Artaud en "El teatro y su doble" (1938) Teatro de la Crueldad.